La muñeca rusa

Agarra la cerveza y le dice:

- Ayer le conté un cuento a mi novia en la cama para que se durmiera.
- Que romántico –dice ella con sorna – Te habría dado un buen polvo, entonces.
- Precisamente lo hice porque no me apetecía tirármela.
- Qué raro…¿un hombre rechazando sexo?
- Ya sabes lo que dicen: No hay tía buena que no tenga un hombre cansado de tirársela.
- ¿Y eso también te pasara conmigo?
- ¿Quién sabe?
- Yo no lo sé…ni quiero. Dime, ¿de qué iba el cuento?



Ella está en la cama, jugueteando con el pelo de él, mientras él intenta dormirse. Ella le besa la oreja y parece querer ir más allá. El abre los ojos y mira hastiado hacia el techo. Se da la vuelta y la mira a la cara, ella sonríe picara, él le devuelve una falsa sonrisa y atrae su cabeza hacia su hombro. Le pregunta si le apetece un cuento y ella lo mira extrañada, pero no desperdicia nunca la oportunidad de que él le cuente una historia, así que suspira, se apoya bien en su hombro y cierra los ojos esperando. El la mira, inspira y se aclara la garganta.



“Me he hartado de mi vida. No soporto a esa mujer, no soporto a esa hija adolescente, no soporto vivir bajo su mismo techo y escucharlas discutir cada día. La he amado como ningún hombre amaría a una mujer, pero el dinero no nos ha traído la felicidad. Al contrario, nos ha hecho desgraciados, nos ha convertido en desconocidos y la hija que criamos como un tesoro, ahora se ha convertido en una extraña en nuestra casa que nos odia y nos grita. Tanto amor se ha convertido en una bilis repugnante…asco y rabia por una familia que ya no es la mía. Bajo la capota de mi coche, esperando que el aire de esta carretera de montaña me despeje las ideas. Cierro los ojos y pongo la mente en blanco.”

“Me he hartado de mi vida. Odio a ese hombre. Odio su superioridad, su mirada por encima del hombro. Sus horas desaparecidas, sus borracheras al llegar a casa y su brutalidad. Fueron unos años muy bonitos, pero la convivencia ha matado el amor que teníamos, se ha descubierto a la otra persona que en realidad es él y ahora ya no quiero nada más. He tenido miedo, mucho miedo, pero ahora la desparecida seré yo. Adiós a todo. Me llevo su coche que tanto quería. Su coche que tanto le gustaba hacer correr para asustarme. Pues ahora la que corre soy yo. Corro y corro para alejarme de él.”

“Llevamos tres meses en la cabaña. Estoy enamorado de esta mujer. Ella es todo lo que siempre he querido, amable, atenta, apasionada. Al final el accidente ha sido un golpe de suerte. Aun no entiendo como no vi su coche, ni como salí del mío, ni siquiera entiendo el hecho de que hayamos decidido quedarnos en esta cabaña después de perdernos buscando ayuda. Pero todo está claro, es el destino. El destino quería que abandonase la vida de lujos y me encontrase a gusto con esta mujer viviendo de lo que cazamos y cultivamos. Soy tan feliz.”

“Llevamos tres años en la cabaña. Estoy harta de este hombre. ¿Cómo he podido estar tan ciega? Empezamos tan bien, todo parecía un cuento. Los primeros meses en la cabaña fueron geniales. Pero ahora estoy harta de esta vida, de tener lo justo para comer; no pasamos hambre, pero echo de menos las luces de la ciudad, un coche, ropa decente, una casa, una piscina…seguridad. Estoy decidida, saldremos a buscar ayuda de nuevo. Esta vez lo guiare yo, no quiero estar dando vueltas y más vueltas para volver de nuevo a la cabaña como siempre.”

Discutieron una última vez. Sobre si salir o no de la cabaña. Al final ella gano, como no, una mujer gana siempre la discusión. Salieron y caminaron, ella delante, mirando al suelo, marcando un rumbo. Al cabo de dos horas de atravesar el bosque, como siempre, se encontraron de nuevo con la cabaña. Una nueva discusión y el ya está harto de esa situación. Vete tú, le dice. Busca lo que quieras y si encuentras algo disfruta de la vida que te espera. Así que ella se va y sigue su rumbo. Anochece, pero no quiere volver. Sigue caminando en medio de la noche y finalmente llega a la carretera. Lo que ve la confunde, muchas luces amarillas y azules que se mueven, luces blancas fijas. Se acerca más y ve lo increíble: su coche sigue ahí. Esta destrozado, pero los bomberos están retirando algo que parecen restos de un cuerpo humano, envuelto en una manta blanca. Cuando llevan ese bulto a una bolsa negra ella lo ve. Es su mano. Es su anillo y su pulsera. Es ella.

El sigue contando su cuento, dice que la chica conmocionada se gira buscando el otro coche, el de el, pero cuando le va a explicar el final escucha una respiración acompasada en su hombro y sabe que ya está dormida. Se pregunta que pasara si sigue contando el cuento mientras ella duerme. ¿Quedara satisfecha su mente inconsciente, sabiendo como acaba la historia? ¿O le hará repetir la historia mañana porque no se ha enterado ni de la mitad?

- ¿Y qué hiciste? – pregunta ella bebiendo de su cerveza.
- Pues la dejé con la cabeza en la almohada, me di la vuelta y me dormí.
- ¿Y no te ha pedido el final de la historia?
- Pues no…¿Te interesa a ti acaso?¿Te ha gustado?
- Sinceramente…eres mejor amante que cuentacuentos.
- ¿Ah, sí? Pues acércate, que te voy a amar.